"Mi Primer Beso I"- 10 Años
Alba
y Mechi no dejaban de fastidiarme. De un día para otro les había
entrado en la cabeza la odiosa idea del primer beso. Era repugnante, yo
seguía creyendo que eso era sólo un método para traspasarse baba.
Mercedes nos había confesado que un chico de la escuela le pidió un beso
y que ella se lo había dado. A la semana llegó Alba diciendo que
consiguió que un niño la besara.
Y ahora esperaban mi turno. Mis labios estaban sellados, no besaría a
nadie. No estaba dispuesta a correr ese riesgo, podría contagiarme
alguna enfermedad, besarse era muy peligroso.
—Vamos, no tiene nada
de malo. Es la mejor sensación del mundo, son como miles de mariposas en
tu estómago… —argumentó Mechi mientras comíamos helado en la terraza de
mi casa.
—Y además te tiemblan las rodillas… es tan romántico
—siguió Alba y ambas suspiraron a la vez. Yo resoplé y me llevé una gran
cucharada de helado a la boca.
—No, gracias. Paso. Y aunque
quisiera, jamás lograría que alguien me besara, soy Tini la
descerebrada, Tini la torpe, Tini la inútil… —podría seguir nombrando
los apodos que me ponían mis compañeros, pero no quería amargarme la
tarde recordando lo cruel que podían ser los niños. Lily me decía que no
les prestara atención, que nuestro padre era el jefe de ellos y que si
me apetecía podía hacer lo que quisiera. Lily se estaba transformando en
una chica malvada con el correr de los años.
—Bueno, entonces con un
niño que no vaya a nuestra escuela —me dijo Mechi y algo se encendió en
su mirada. Noté que Alba estaba con el mismo rostro cómplice, se
miraron y sonrieron.
—Y que esté cerca, que te conozca y que se muera
por ti. ¿Se te ocurre alguien Mechi? —preguntó Alba. Me estaban
asustando, sonreían de una manera amenazadora.
—Sea quien sea, no lo haré. Sólo tengo diez años, quiero vivir mi infancia sin enredos amorosos.
— ¡Martina, es normal! —exclamó Mechi. Que testarudas eran mis amigas.
— ¡No lo haré! —les grité— No besaré a nadie.
—Bien,
si esa es tu decisión —Alba se cruzó de brazos y miró de soslayo a
Mercedes, quien hizo lo mismo y se pusieron de pie—. No beses a nadie,
no te podemos obligar. Pero… nunca mencionaste algo sobre si un niño te
besara.
— ¡No, no, no, no! —les espeté. Las corrí de mi casa y les
dije con seriedad que me hablaran cuando pensaran racionalmente. A la
mañana siguiente, me encontré en el desayuno con Jorge. Desde que se
cambió de escuela se había vuelto más esquivo. Intenté hablarle y
decirle que haría sufrir a Kate pero él parecía estar en otro mundo, así
que desistí y en semanas las cosas quedaron como antes. Saludé a Olga,
que me preparaba un tazón con cereales y pan tostado, y le dediqué una
fría mirada a Jorge como unos buenos días. Sin embargo, a diferencia de
los otros días, él no se levantó de su silla y dejó su comida a medio
terminar, sino que se quedó allí con la mirada perdida observando su
cuchara.
—Martina quiero hablar contigo —me dijo de repente. Olga nos miró y sonrió.
—Le
llevaré el desayuno a tu madre, Tini—tomó una bandeja con una taza de
café y unos pastelitos de fresas y salió, dejándonos solos.
— ¿Qué
quieres? Él se acomodó en su silla y presencié algo que nunca esperé por
parte de él: inseguridad. Abrí la boca como tonta, Jorge el niño listo
de todos los tiempos estaba nervioso. No pude evitar reírme.
— ¿De qué te ríes? —me preguntó.
—De
nada —le respondí, pero no pareció muy convencido. Jugó unos minutos
más con la cuchara y se puso de pie con la cabeza gacha. Incliné mi
cabeza para mirarlo a los ojos y me fijé que sus mejillas estaban
encendidas.
—Jorge, ¿qué te ocurre? —Pero antes de responderme, se abalanzó sobre mí y chocó su boca contra mi ojo
—
¡¿Me quieres dejar ciega?! ¿Qué había intentado hacer? Casi asesina a
mi pobre ojo. Me tapé el ojo herido con la mano y lo observé. Estaba de
pie frente a mí e incluso más colorado que antes. En eso, volvió Olga.
Tenía una sonrisa en el rostro y tarareaba una canción alegre, pero
quedó en silencio al vernos a nosotros.
— ¿Qué te pasó en el ojo, Tini? —preguntó al darse cuenta que cubría mi ojo.
—Jorge me golpeó —le contesté.
— ¡No, yo sólo trataba de…! —guardó silencio, no terminó de decir la frase.
—De asesinarme, eso querías —le dije, exagerando la situación.
—Martina, cariño. No creo que Jorge haya querido asesinarte, ¿verdad, Jorge?
—Por
supuesto que no, yo jamás te haría daño —me calmé unos segundos y en
ese preciso momento, apareció Cecilia en la puerta de la cocina.
—Chicos,
¿no me oyen? Tini el auto está esperándote y Jorge, tu hermana se irá
si no te apresuras. Lo fulminé con el ojo bueno y me encaminé hasta el
auto. Afuera se escuchaban los bocinazos que daba Lily porque no me
apuraba.
— ¡¿Tienes los pies de lana, Martina? Debo dar un examen muy
importante y necesito llegar a tiempo! —gritaba a todo pulmón por la
ventanilla. Me subí e ignoré las quejas de mi hermana. Las hormonas la
estaban volviendo loca, era lo más seguro. Cuando llegamos, Lily se
escapó a su clase para estudiar antes de su examen y yo tuve que ir a
dejar a Holly a su salón. Este era su primer año y el castillo la
aterraba. Después de soportar el llanto de Holly, el berrinche que armó
para que no la dejara, me fui finalmente a la primera clase del día:
Literatura.
—Tini , ¿ya pensaste lo del beso? —me preguntó Mechi
cuando llegué. Yo le había advertido que no me hablara hasta que dejara
de molestar con eso. Hice oídos sordos y me senté al lado de Cande como
si nada hubiese sucedido.
— ¿Qué pasó ahora? —inquirió mi prima.
—Nada —le respondí.
—
¿Qué tienes en el ojo? Está hinchado —me dijo Lodo, con cierto terror
en la voz. Yo me toqué el ojo, y en efecto, estaba hinchado.
—Y
morado —agregó Lodovica Mataría a Jorge cuando volviera a casa. Desde la
torre más alta sonó la campana anunciando que las clases comenzarían.
Alba llegó atrasada y la maestra le quitó una estrella. Pasé toda la
mañana ideando formas para torturar a Jorge y quitarme a mis amigas de
encima. Cuando la clase terminó, estaba guardando mis cosas hasta que la
maestra me llamó. —Martina, Facundo ¿podrían venir un momento? —miré a
Facundo de reojo. Seguía sentado con Kate, pero ya no comía pegamento.
Incluso, se comportaba como un niño normal. Caminamos hasta el
escritorio de la maestra y le hice señas a Lodo para que supiera que me
esperara en el mismo sitio de siempre.
—Necesito que le entreguen
esto a sus padres —nos dijo. Nos entregó un sobre blanco a cada uno y
nos dedicó una mirada severa. Ambos asentimos y yo guardé el sobre en mi
mochila. A la salida, la curiosidad por saber que decía el sobre me
estaba desesperando.
—Martina, hoy vamos a tu casa —me dijeron Mechi y
Alba. Con el asunto del sobre, olvidé que estaba haciéndoles la ley del
hielo y dejé que se subieran al auto que me iba a recoger. Lodo se nos
unió y junto con mis hermanas, nos marchamos. Apenas pusieron un pie
dentro de mi casa Alba y Mechi comenzaron a preguntar por Jorge. No le
di importancia y las dejé que lo buscaran. Yo tenía otros asuntos que
tratar.
— ¡Cecilia! —grité. Pero ella no respondió. Mis padres nunca
asistían a las reuniones de la escuela, así que la carta estaba dirigida
para Cecilia. Como no lo resistía más, saqué el sobre de mi mochila y
lo abrí.
— ¿Qué es eso? —me preguntó Lodo. Le dije que se acercara
para leerla conmigo. Pero fue un error, porque en seguida la vergüenza
hizo que soltara el papel y que me dieran ganas de llorar.
—Eso no es
posible, Tini—exclamó Lodo. Pero sí que lo era. Ya no prestaba atención
en clases, no hacía mis tareas, ni los proyectos. Era obvio que en
algún momento esto ocurriría. Había reprobado el año y tendría que
repetirlo el que seguía. Seguro que Facundo también había repetido el
año. Cecilia iba a matarme cuando se enterara.
— ¿Qué vas a hacer, Martina? —me preguntó Lodo, después de que la sorpresa se nos pasara.
—Convertirme
en la mejor amiga de Facundo, no pienso estar sola el próximo año. Ella
puso los ojos en blanco y supo que ya lo había superado. ¿De qué me
serviría el colegio? De nada, sólo desperdiciaba años de mi vida
encerrada en una habitación con niños estúpidos, cuando podría estar
viendo televisión en mi casa.
—Ni una palabra a nadie, Lodo. Si no se
los cuento, no se enterarán. Lodo asintió e hicimos el juramento del
dedito. Fuimos hasta la terraza para encontrarnos con Mechi y Alba, pero
ellas no estaban allí.
— ¿Dónde se metieron ahora? Las buscamos por
todas partes, pero no podíamos hallarlas. Hasta que recordé que estaban
tras la pista de Jorge. Con Lodo, fui hasta la habitación de Jorge a ver
si estaban allí mis amigas.
—Para la próxima, no seas tan
precipitado… —escuché. La voz era de Mechi y venía de adentro del
cuarto. La puerta estaba entreabierta y alcanzaba a escuchar la
conversación.
—No habrá próxima, ella cree que intenté asesinarla… —decía Jorge.
—Esa niña cada día está más loca —dijo Alba
— ¿De qué están hablando? —me susurró Lodo. Le hice una señal para que guardara silencio.
—Tienes
que besarla, Jorge. Ahora, ya —exclamó mechi. Me tapé la boca para no
gritar y agarré a Lodo del brazo para llevármela hasta mi habitación.
—Ese…
ahhhh… y ellas… todo era un plan… por eso en la mañana…. Debí
sospecharlo —comencé a gritar en cuanto me tiré encima de mi cama.
—No
sé de qué estás hablando —me dijo Lodo. Le expliqué todo y ella estuvo
de acuerdo conmigo. Además, cuando yo besara a alguien, la siguiente
víctima sería ella, así que se unió en mi lucha.
— ¿Y qué harás? —No lo sé. (…)
Había
pasado una semana desde que descubrí que mis amigas le habían dicho a
Jorge que me besara. Aún pensaba en lo que ellas le dijeron para que él
aceptara su propuesta. Comencé a hacerme amiga de Facundo, él me había
dicho que sus padres le dieron una paliza cuando se enteraron que
reprobó el año. Era un niño muy agradable y su cabello parecía
encenderse cada vez que se colocaba bajo el Sol.
—Facu, ¿quieres
venir a mi casa a jugar? —le pregunté cuando estábamos en Arte. Él
aceptó encantando, me dijo que era la única persona de la escuela que le
hablaba. Ese día sólo Facundo fue a mi casa, y fue un alivio para mí.
Jorge no lo saludó cuando lo vio. Estaba segura de que lo recordaba,
pero por alguna razón lo ignoraba. Pasamos la tarde viendo películas y
jugando videojuegos, mientras Jorge nos miraba desde una mesa con cinco
libros abiertos haciendo un trabajo para su escuela. Entonces se me
ocurrió una idea. Conocía a la perfección a Alba y a Mechi, y sabía de
antemano que harían hasta lo imposible para que besara a Jorge. Pero
ella quería que besara a alguien, al fin y al cabo.
—Facundo.
—Dime…—y
antes de que dijera algo más, lo besé. Fue simple, cortó y preciso. Me
separé antes de que me dieran arcadas y le sonreí para no quedar en
evidencia de que no me agradaba para nada haberlo besado. Él tenía los
ojos como platos y comenzó a sonrojarse. Miré disimuladamente a Jorge,
tenía la misma expresión que Facu, a diferencia de que sabía que su
rostro no estaba rojo de vergüenza
No hay comentarios:
Publicar un comentario