''El amor'' - 17 Años
—Me pregunto qué haremos mañana —me dijo Jorge mientras me abrazaba y me hacía cosquillas en la espalda.
—
¿Qué sucede mañana? —le pregunté. No podía ser un “mes aniversario”
porque seguíamos en febrero y tampoco teníamos que juntarnos con la
hermana de Nicolas para organizar la boda hasta dentro de una semana,
así que estaba completamente perdida.
— ¿En serio, Martina? —me encogí de hombros y lo miré con inocencia para que no se enojara por mi ignorancia.
—En serio, mañana no hay ninguna fecha especial —le dije.
—Es San Valentín —me explicó.
Por
supuesto, mañana era 14 de febrero, el día de los idiotas enamorados.
Jorge sabía cómo me ponía ese día, molestaba a parejas si las veía
besándose en la calle o si caía en un día de clases, me burlaba con Facu
de los chicos y sus regalos.
—Bueno, ¿y qué con eso? — Jorge me soltó y me miró con seriedad.
—Lo
sabía, todo es una farsa, tú no me quieres —dijo en un hilo de voz. Ya
conocía ese truco, los últimos días había descubierto lo mal que me
sentía cuando fallaba como pareja, así que se aprovechaba de eso y me
hacía sentir culpable para que hiciera lo que él quisiera. Antes le
habría lanzado un libro por la cabeza para que me dejara en paz, pero ya
estaba tan acostumbrada a verlo como mi futuro esposo que cuando me
decía estas cosas, a pesar de saber que eran mentiras y que lo hacía
para controlarme, sentía que su corazón se partía en dos y todo por mi
culpa.
—Lo siento, ojos verdes… —me disculpé, pero él no cambió
la expresión triste de su rostro. Me coloqué de puntillas y lo besé con
rapidez, vi un atisbo de sonrisa y me separé—. ¿Qué quieres hacer
mañana?
—Vayamos a comer a algún lugar después de la escuela —asentí y
le dije que podríamos invitar a Mechi con Pablo, para hacer que de una
vez esos dos tuvieran una cita.
—No, quiero tenerte sólo para mí —me dijo con terquedad.
Era
absurdo, pasábamos todos los días juntos en la escuela, lo iba a buscar
después del trabajo, no me dejaba sola cuando estábamos en casa y
dormíamos en la misma cama.
—Pero, Jorge … —comencé a protestar, pero
él bajó la mirada con decepción y tuve que evitar las ganas de darle la
espalda y marcharme de nuestro cuarto.
—Hazlo por mí —susurró.
Y ese fue el punto final de nuestra discusión.
No
me quedó de otra que aceptar la cita, Jorge sabía cómo hacerme ceder a
sus peticiones. Nunca lo habría imaginado, desde los quince años el me
obedecía y parecía sumiso a mis órdenes, pero ahora que parecía saber lo
que me proponía con esto de hacerlo feliz bajo cualquier circunstancia,
se aprovechaba y ocupaba todos los medios que tenía a su disposición
para hacerme caer bajo sus pies.
Y lo peor es que yo estaba al tanto de todo esto y lo dejaba hacerlo de todas formas.
¿Por qué ya no me podía negar como antes? ¿Por qué le hacía caso aunque yo no quisiera?
Tenía
claro que algo estaba cambiando en mí, la excusa de lograr algo bueno
en la vida ya no me servía, tenía que haber otra explicación para esta
insistencia que tenía de hacerlo feliz.
Recordé las palabras de Cecilia, ¿de verdad me estaría enamorando de Jorge sin darme cuenta?
Lo
miré a los ojos, pero mi mente se nubló. No podía responder a esta
pregunta todavía, me confundía demasiado. Lo único que sabía era que me
estaba dejando dominar por Jorge y que yo no me quejaba.
— ¿Me ayudas con la tarea de filosofía? —le pedí después de discutir lo de la cita.
Estábamos
en “nuestro cuarto”, ya era de noche pero seguíamos despiertos cuando
recordé que tenía tarea. Filosofía no se me daba bien como ninguna de
las otras asignaturas, la verdad es que no hallaba el día en que al fin
dejara de ir a la escuela. Con esto del matrimonio ya no podría hacer
todas las cosas que había planeado, pero al menos tendría a Jorge para
hacerme compañía.
Recientemente la idea de nuestra “relación” ya
no se me hacía tan mala: Jorge me amaba, yo lo quería, el me cuidaba y
yo buscaba su felicidad. Aún no éramos la pareja de enamorados –no por
mi parte-, pero era mucho mejor que estar sola. Tenía la seguridad de
que Jorge estaría ahí para mí ante cualquier problema o dificultad que
se presentara.
Empezaba a apreciar su cariño.
— ¿Es para mañana? —me preguntó y yo le resté importancia. Él negó con la cabeza con reproche y se sentó en la cama.
Busqué mi libro y mi cuaderno de Filosofía y me tiré en la cama. Jorge abrió el cuaderno y lo hojeó hasta dar con los apuntes.
—Dice
que tienes que hacer la actividad 12 de la página 118 —agarré el libro y
pasé las hojas hasta dar con la actividad. Maldije para mis adentros,
era sobre sexualidad.
No era el tema más indicado con mi prometido al lado y en una cama sin la mirada de nuestros padres encima.
—
¿Cuál es? —me quito el libro de las manos y leyó las preguntas. Una
sonrisa pervertida se formó en su rostro y lo golpeé en el hombro para
que apartara la idea de su cabeza en el mismo instante en que se le
ocurrió.
—No, Jorge —le advertí. Él se rio con ganas y se lanzó encima de mí para hacerme más cosquillas.
—Yo no pensé nada, tú eres la mal pensada.
—Sí, como no —le dije apartándolo.
Nos pusimos serios cuando comenzamos con las preguntas, pero después de cinco minutos no podíamos dejar de reírnos.
—Lee
esta… —le dije. Él acercó el libro hasta su rostro y se lo estampé de
un golpe. Me levanté y corrí hasta encerrarme en el baño, le había dado
en la nariz y no se veía muy contento.
—Sal de ahí a recibir tu castigo, Tinker —me advirtió desde el otro lado de la puerta.
—No me digas así, sólo Nicolas me puede decir de esa forma.
—Te digo como quiera. ¡Ahora sale o no te ayudaré a terminar tu tarea!
Abrí
la puerta resignada, no me causó gracia su última amenaza. A penas giré
el pomo, Jorge se lanzó sobre mí y ambos caímos al suelo del baño.
—Sal de encima, me aplastas
—No,
porque me golpeaste en la nariz —después de un rato de forcejeo, Jorge
me liberó. Volvimos a la cama para continuar con la tarea, pero se me
hacía difícil concentrarme, el tema provocaba que mi cabeza imaginara
cosas que no debía, como yo, Jorge y una cama al igual que ahora, pero
en otras posiciones.
—Tini, ¿me escuchaste? —giré la cabeza para
mirar a Jorge con una interrogante en el rostro. No lo había oído por
estar pensando en… cosas.
Se me revolvió el estómago cuando miré sus
labios, un ardor que nunca antes había sentido recorrió mis venas y era
desesperante, me quemaba y no sabía cómo apagarlo.
— ¿Qué cosa?
— ¿Cómo reacciona el sistema nervioso?
¿Qué sucedía conmigo? ¿Por qué de pronto Jorge me resultaba tan… atractivo?
—Mal —le respondí, y porque era verdad. Mi sistema nervioso me estaba matando por acercarme a Jorge.
—Ni
siquiera lo estás intentando, lee este párrafo —señaló una sección
marcada con lápiz y leí lo que me dijo, pero no lo entendí, ya que la
respiración de Jorge en mi nuca me ponía nerviosa.
—No entiendo
—dije finalmente. Se notaba que estaba frustrado, Jorge nunca tuvo
paciencia para explicarme los contenidos por más que me amara.
E
incluso así se veía bien. Una sensación nueva se albergó en mi cuerpo,
me impulsaba a tocar a Jorge, a pasar mis dedos por su cabello, a besar
sus labios, su cuello.
“Detente, Martina” Me dije, esto era anormal en mí.
¿Por qué tenía que comenzar a sentir cosas por Jorge justo en este momento?
—Todas
las reacciones del cuerpo son biológicas y psicológicas, el cerebro
percibe las sensaciones y las manda al sistema nervioso para que las
provoque en el cuerpo —me explicó.
Maldito sistema nervioso que le gustaba Jorge, si no fuera por su culpa no tendría la necesidad de tirarme sobre él.
Esto
era incómodo, si hubiese sabido que hablar sobre sexualidad con Jorge
habría despertado ciertas cosas en mí, habría dejado la tarea sin hacer y
aceptado el regaño del profesor al día siguiente.
Cuando no
resistí ni un segundo más, como pude me acerqué hasta Jorge y me senté
sobre él. Abrió muchísimo los ojos y miró a todos lados como buscando
una cámara para ver si era una broma.
—Tini, ¿qué estás haciendo? —me preguntó atemorizado.
—Poniendo a prueba mi sistema nervioso —le dije con rapidez para poder besarlo lo antes posible.
Fue
tan distinto a las otras veces. Nunca pasábamos de unos simples besos y
ya, pero en ese momento eso no me basto. Me removí sobre él para que
reaccionara, se había quedado inmóvil y eso no me gustaba.
Intentó
decirme algo, pero lo mordí para que no interrumpiera el beso. Cuando me
di cuenta que eso no apagaría el calor que se extendía con velocidad
por mis extremidades, no supe que hacer. Quería que esa sensación se
esfumara, pero no sabía cómo hacerlo. No se me ocurría nada y tampoco me
quería despegar de Jorge.
Y de repente, como si leyera mis
pensamientos, Jorge me sujetó del cabello y apartó mis labios de su boca
para besar mi cuello. Eso se sintió demasiado bien, creí que mi
estómago explotaría.
Mis manos dejaron de obedecerme y
acariciaron los hombros de Jorge, él se impulsó sobre mí y cuando me di
cuenta de lo que se proponía, ya me encontraba debajo de él.
Verlo
así no ayudó a mi estúpido sistema nervioso, y mis manos, como si
estuvieran poseídas, le arrancaron la camiseta que traía puesta.
Por un momento pensé que me daría algo al corazón.
Lo aparté de mi cuello y lo volví a besar en los labios. Lo necesitaba.
De
pronto, las manos de Jorge comenzaron a subir mi camiseta. Ni siquiera
sentía frío, la habitación parecía un horno encendido. Me estremecí
cuando me hizo cosquillas, mi cerebro dejó de funcionar y dio paso a que
saliera cualquier palabra de mi boca.
— Jorge, hazlo —quise
golpearme cuando recuperé por un segundo el sentido común. No podíamos
hacerlo, se supone que yo no quería acostarme con él.
Pero cuando
sujetó con fuerza mi mano y la bajó hasta sus pantalones, las dudas se
disiparon. Si no lo hacíamos no soportaría el calor que sentía.
—
¿Estás segura? —me susurró contra mi oído. Su voz sonaba extasiada y
ronca, conseguí besarlo otra vez mientras asentía con la cabeza.
Se alejó de mí y se puso de pie para buscar algo en el velador. ¿Qué hacía? Yo lo quería ¡ahora!
Entonces, sacó un envoltorio y comprendí.
Por Dios, iba en serio. De verdad lo haríamos, si no me arrepentía de inmediato después no podríamos detenernos.
Me
entregó con delicadeza el envoltorio y volvió a ponerse sobre mí, esta
vez me quitó la camiseta y me contempló de arriba a abajo, unos segundos
antes de pegar su boca en mi oído y decirme con voz suave y lenta:
—Cuando yo te diga, ¿de acuerdo? —asentí inconscientemente. ¿Cómo se ponía un condón?
Dejé de pensar y de respirar cuando Jorge se quitó los pantalones… No estaba preparada para esto, no lo lograría.
—
Jorge, creo que ya no… —sin embargo, a pesar de que de pronto me dio
miedo continuar con esto, me mordí el labio para callarme porque Jorge
se había quitado la ropa interior y ahora estaba totalmente desnudo
sobre mí.
El fuego ardió con más ganas.
No protesté cuando él
me dejó en ropa interior, besó mi cuello mientras yo le rasguñaba la
espalda y reprimía los gemidos que de seguro despertarían a todos en la
casa.
—Ahora, Tini—me dijo. Abrí como pude el envoltorio y cuando bajé la mano hasta tocar su ingle…
Todo se oscureció. Literalmente.
— ¡SE CORTÓ LA LUZ! —gritó Holly.
Escuchamos
pasos en el pasillo y recordé que la puerta estaba sin seguro. Aunque
no se veía nada, lo más seguro es que Cecilia o mis padres vinieran con
una linterna. Y si nos encontraban desnudos a punto de tener sexo, me
encerrarían en el sótano y castrarían a Jorge sin importarles que
estuviéramos comprometidos.
— Jorge, la puerta —murmuré. Sentí un peso menos cuando se levantó y corrió para ponerle seguro a la puerta.
Busqué
a tientas mi ropa y me la puse como pude. No sabía si Jorge también se
estaba vistiendo, pero cuando me abrazó por la espalda, el contacto con
su piel me provocó una descarga eléctrica.
— ¿Y qué dice tu sistema nervioso? —inquirió acercando mi espalda a su abdomen.
Fue como un golpe, como si una enorme bola de nieve cayera sobre mí y congelara mi mente.
¿Qué decía mi sistema nervioso? Que estaba en serios problemas.
Me
aparté de él, gracias a Dios se había cortado la luz, una porque de no
ser así en este momento estaríamos en la cama, y segundo porque no podía
verlo a la cara.
Sentí vergüenza. Me había dejado dominar por una
necesidad estúpida. ¿Cómo se suponía que dormiría con Jorge si estuve a
punto de hacerlo con él hace menos de cinco minutos?
— ¡Chicos, ¿están bien?! —gritó Cecilia desde el otro lado.
—Sí, no te preocupes —le contestó Jorge.
Cecilia… Jorge le hablaba como si nada.
Estaba tan arrepentida, no podía dejar que esto sucediera. No, no, no.
—¡Les dejaré una linterna frente a la puerta! —nos dijo Cecilia.
Antes
de que Jorge abriera la puerta, corrí hasta el baño y con fuerza di un
portazo. A los segundos tocaron la puerta, pero no quería abrir.
¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué sentí “eso” cuando besé a Jorge? ¿Por qué ahora y no antes? ¿Qué había cambiado en nosotros?
O tal vez la pregunta más lógica sería ¿Qué había cambiado en mí?
—Martina, debemos hablar sobre esto —dijo tratando de abrir la puerta.
Ignoré
su voz y me quedé sentada en el suelo recordando lo que estuvimos a
punto de hacer. Una parte de mí quería salir de aquí y tirarme a sus
brazos para continuar lo que nos interrumpieron, pero otra parte me
exigía esconderme y avergonzarme.
Un halo de luz entró por la
puerta, era la linterna. Jorge había abierto con las llaves que tenía en
su velador. Me alumbró al rostro y tuve que cerrar los ojos porque la
luz molestaba, se sentó junto a mí pero yo me aparté lo más que pude.
Apagó la linterna y nos quedamos a oscuras nuevamente, la tensión se podía sentir en el aire.
—Tini,
¿qué dice tu sistema nervioso? —preguntó otra vez. Miré hacia otro
lado, era tonto porque él no me podía ver, pero de todas formas lo hice
porque sabía que Jorge me estaba mirando a través de la oscuridad.
— ¿Qué dice? —insistió.
—Que
te quiero… y que también me gustas como una estúpida—contesté después
de una pausa insufrible. Escuché como suspiró, pero eso no me calmó.
Le había confesado que su plan estaba funcionando ¿y ahora qué?
Volvió
a encender la linterna y vi una gran sonrisa que estremeció a mi
cuerpo. No podía dejar de mirarlo así, era demasiado hermoso.
—Es
un avance —comentó, quise protestar, pero él agregó algo más—: Te
estaría mintiendo si te dijera que no disfruté lo que estuvimos a punto
de hacer… debo confesar que me habría encantado terminarlo —mi
respiración se aceleró. Ya no sentía esa necesidad de tocarlo, mas unas
ganas de abrazarlo se estaban apoderando de mí—. Pero eso no es lo que
quieres…Creo que fue más repentino que un deseo, lo sé porque te
conozco.
Lo abracé sin importarme lo incómodos que estábamos en
el suelo del baño, Jorge me rodeó con sus brazos y yo escondí mi rostro
contra su cuello. Sus mechones castaños me recordaron un algo que me
hacía imposible odiarlo cuando se ponía tierno.
—Si lo vamos a
hacer, no quiero que sea así, de repente. Quiero que lo hagamos con
amor, que lo hagas porque me amas y no porque las hormonas te
traicionaron.
Reí ante su comentario, era verdad.
¿Qué tanto me conocía Jorge para decirme las palabras exactas que hacían que dejara de sentir culpa y vergüenza?
—Te quiero mucho, mucho Jorge —le dije contra su oído.
—Y yo te amo —me respondió.
Por
primera vez, sentí que mi pecho se comprimía de dolor. No poder
contestarle de la misma manera en que él lo hacía era peor que el calor
que sentí cuando miré sus labios con otros ojos. Porque sabía que eso se
podía apagar con besos y caricias, pero la culpa de no poder decirle
que lo amaba no.
No se iría hasta que de verdad lo sintiera.
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