Capitulo 2
Me quité los auriculares atónita.
-¿Qué
haces aquí?- susurré entredientes. A mi lado se encontraba el famoso
chico del bulto y la sonrisa pícara -¿acaso sufres de algún problema
auditivo?
-¿Qué puedo decir?, soy un hombre de pocas palabras- dijo con aire de suficiencia.
-¿Alguna vez en la vida te haz comportado de manera agradable?- pregunté sin darle mucha importancia.
-Pues..
sí- sonrío pero no le devolví más que una mirada seca- vamos, hemos
empezado con el pie izquierdo, permiteme presentarme- acercó su mano-
soy Jorge, Jorge Blanco.
Levanté mi mano algo dudosa.
-Martina Stoessel- respondí con mi nombre mientras estrechaba su mano.
-Pero
dime Tini, no me gusta que me llamen por mi nombre compl...-me quedé
muda e interrumpida cuando Jorge en vez de estrechar mi mano, la besó.
-Un
gusto Martina- sonrío, pero podía notar su mirada atrevida- entonces..
cuentame de tí cariño- lo miré fijamente al oír su última palabra y
aclaró- lo siento, cuentame de tí Tini..
¿Qué podía contar acerca de mi patética vida? Era más fácil no dar muchos detalles.
-Pues...
estoy volviendo a mi ciudad natal, Holmes Chapel. Me mudé a Doncaster
de pequeña, pero decidí volver- dije cortante y sin explicaciones.
-¿Enserio?- preguntó sorprendido- yo vivo en Holmes Chapel, quizás seamos vecinos.
Una pequeña sonrisa se formó en mis labios, y la desvanecí disimulada.
-Quizás..- repetí- vengo a vivir con mi abuela.
No
entendía aun el motivo por lo que le contaba mi vida personal a un
extraño pero Jorge me inspiraba cierto aire de confianza. Además de su
evidente sensualidad, y perversión claro.
-¿Cómo se llama tu abuela?- preguntó curioso.
-Felicitas Raymond- respondí.
-Uhm.. no la conozco, y es raro, porque Holmes Chapel es un pueblo pequeño.
-No
puedes conocer a todas las personas del pueblo- no pude evitar ser algo
grosera. Es que la única esperanza que tenía era encontrarla. Y que el
me diera indicios de que ella no vivía ahí, acabaría con todas mis
posibilidades.
-Tranquila...- dijo Jorge a la defensiva.
El viaje
pasó lentamente y él me contó acerca de su vida. Era un gran hablante.
Yo respondía con media-sonrisas, y sonrisas fingidas, o con expresiones
faciales, casi ni hablaba.
Tenía diecinueve años, vivía en un pequeño
apartamento y estaba estudiando abogacía, aunque no la carrera que el
quería seguir, si no que lo hacía por afición de sus padres.
-¿Entonces vas a condenar tu vida al sueño de tus padres?- pregunté intentando no sonar maleducada.
-No tengo otra opción- su sonrisa triunfadora se había apagado, y me entristeció un poco.
Ya que por más que yo no hablará mucho, estaba atentamente atada a todos los detalles.
Cuando finalmente llegamos, Jorge se ofreció a llevarme hasta la casa de mi abuela.
Acepté dudosa, pero entusiasmada. Miré mi reloj, 21:30pm. Diablos, si que se había hecho tarde.
Subimos a un auto que parecía de alta gama.
-¿Estas forrado, verdad?- saqué unos chicles de mi bolso.
-Bueno, yo no. Mis padres lo están- sonrió quitándole importancia.
-¿Quieres un chicle?- dije de repente evadiendo el tema.
-Claro-
aun con las manos en el volante, acercó su rostro y mi pulso se
aceleró- dámelo- abrió la boca y me quedé mirándolo-... ¿no me lo vas a
dar?- sonrió enarcando una ceja, mientras en su cara volvía formarse esa
sonrisa pícara.
-No de mi boca, idiota- no pude evitar reírme.
-¿Quién dijo que me ibas a dar el chicle de tu boca?- rió conmigo.
-¿Y entonces para qué te acercas tanto?- pregunté como si fuera lo más normal del mundo.
-Buen punto- soltamos una carcajada al unísono- de todos modos me agrada estar cerca de tí.
Me
ruboricé, -"es tan lindo"- pensé. Un momento.. ¿En qué diablos estas
pensando Martina? ¡Es un tipo cualquiera!. Malditos ataques de
conciencia.
Al llegar al lugar, me quedé perpleja, y todas mis esperanzas se fueron a la mierda.
La casa de mi abuela no estaba. ¡Simplemente no había nada!
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