CAPÍTULO 8
Llegamos al aeropuerto… mis últimos momentos con mis chicos.
Caminamos hacia la salida, y nos detuvimos los tres, y nos miramos profundamente. Entonces, Thomas se me acerca y me abraza.
- Te voy a extrañar mucho, Martina- decía mientras me estrujaba más, sin querer soltarme. Se me partía el alma en dos.
- No te preocupes- le dije.- algún día vas a viajar por avión y te voy a ayudar con el papeleo- solté una lágrima.
-
Si… eso espero- dijo él alejándose un poco de mi, y poniéndose de
puntitas para besar mi mejilla.- te quiero.- me dijo. No soporté más.
Después de lo que me dijo Jorge aquella noche, le tomé mucho apego a
Thomas. Sollocé y saqué de mi mochila un papel y una lapicera, y escribí
mi número.
- Ten- le dije- cuando quieras llámame, o envía un
mensaje, si? Después de todo, estamos en la misma ciudad.- lo abracé-
sería un gusto recibirte en mi departamento.- Él se alejó de mí y me
sonrió. Luego, miré a Jorge. Él me miraba. Estrepitosamente, me acerqué y
lo abracé- Gracias por todo, por dejarme quedarme en tu departamento y
por dejarme conocer a Thomas.- le dije apretándolo más. Podía llegar a
ser muy emotiva cuando quería. Él me respondió el abrazo, y me dijo,
simplemente “De nada”. Me alejé de ellos y caminé hacia la gran puerta
de cristal del aeropuerto. La vida continuaba, por más que no quisiera
alejarme de esos dos mexicanos.
***
Llegué a mi nuevo
departamento, con desgano. Abrí la puerta y me encontré con un piso
mediano, con varios ventanales, cocina, dos dormitorios, un living y un
baño. Nada mal para el pequeño precio. Dejé en el gran sillón mis
valijas, y me dirigí hacia la ventana más próxima. La abrí. Se podía ver
el London Eye. Su hermosura, a plena luz de la luna. Iluminado por
pequeñas luces rosadas, azules y violetas. Se podía ver a la gente
circular por sus cercanías, charlando y disfrutando la bella noche.
Sería lindo pasar por ahí, con alguien especial. Comí un paquete de
Oreos mientras miraba por la ventana, y el cálido viento del verano
entraba por ella y golpeaba suavemente, como un mando de seda, sobre mi
cara. Minutos después me fui a acostar, ya que el día siguiente
comenzaba la Universidad. Un nuevo comienzo. Una nueva perspectiva. Una
nueva vida.
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